Arquitectura bioclimática: diseño consciente para vivir mejor
La orientación como clave para la distribución de los espacios
La correcta orientación de un edificio cumple múltiples funciones: permite aprovechar la radiación solar, protegerse del frío y de los vientos dominantes, reducir el consumo energético y mejorar el confort térmico y lumínico sin añadir costes adicionales. A través de la arquitectura bioclimática se puede lograr un ahorro significativo en calefacción y refrigeración, utilizando las condiciones ambientales del entorno como aliadas. Esta forma de proyectar no es nueva: ha estado presente desde los orígenes de la arquitectura, aunque quizá se ha ido olvidando con el tiempo. Es, en realidad, la forma más sencilla e inteligente de construir, teniendo en cuenta la temperatura media de cada estación, la insolación, la dirección del viento, la vegetación del lugar.
El objetivo es que las diferencias térmicas en el interior a lo largo del año sean mínimas, incluso si en el exterior los cambios son notables. En España, la orientación más favorable para captar luz solar es la sur. Colocar las ventanas principales en esta orientación permite calentar los espacios interiores en invierno, y si las protegemos con un alero o porche, evitamos el exceso de radiación en verano.
Esta orientación no solo influye en el comportamiento térmico de la vivienda, sino que debe guiar también la distribución de los espacios interiores. Por ejemplo, tener sol por la mañana en el dormitorio o la cocina nos ayuda a empezar el día con más energía, mientras que ubicar la zona de día —salón, comedor, cocina— al sur permite aprovechar la luz natural durante todo el día. Las zonas con orientación oeste pueden reservarse para usos de tarde, como una sala de estar o una habitación de juegos. Diseñar con criterios bioclimáticos desde el inicio nos permite proyectar viviendas más confortables, eficientes y adaptadas al estilo de vida de quienes las habitan.
Imagen de Iñaki Urkia - arquitecto
Ventilación natural y calidad del aire
Además de la orientación, es clave aprovechar las corrientes de aire dominantes para ventilar la vivienda de forma natural. Colocar las ventanas de forma estratégica ayuda a reducir la temperatura en verano, mejorar la calidad del aire interior y eliminar toxinas que genera nuestro cuerpo, que traemos del exterior o que provienen de ciertos materiales. Una estrategia muy eficaz es el efecto chimenea: colocar una ventana en planta baja y otra en el techo, como un lucernario, permite renovar el aire con mayor eficacia.
Explicación sensación térmica según el organismo el medio ambiente francés ADEME
Bioconstrucción y materiales saludables
Una vez definido el diseño pasivo, es decir, la disposición de los volúmenes y los espacios de la casa, es importante elegir materiales constructivos que permitan que la vivienda respire, como lo hace nuestra piel. Los materiales sin inercia térmica generan una sensación de frialdad mayor que aquellos que son capaces de retener el calor, ya que las paredes mantendrán una temperatura más estable y cercana al ambiente interior. Además, hay que evitar los movimientos de aire excesivos y controlar la humedad relativa del ambiente, que debería situarse entre el 35 % y el 60 %. Esto no solo mejora la sensación térmica, sino que también evita la proliferación de virus y bacterias.
Los materiales deben tener propiedades higroscópicas, sin ser impermeables al vapor, para permitir que las paredes respiren. Esto ayuda a evitar condensaciones y la sensación de aire viciado en espacios poco ventilados. También es importante que los materiales sean lo más inocuos posible: sin toxicidad, sin radiactividad, y que no generen cargas electrostáticas, ya sea en aislamientos, revestimientos o tejidos. El equilibrio eléctrico del hogar debería mantenerse dentro de los márgenes saludables del entorno natural, entre 120 y 300 V/m.
En un próximo artículo hablaremos con más detalle sobre los materiales de construcción más saludables, como la arcilla, la madera (según su tratamiento), el yeso o la cal.